LA ADAPTABILIDAD CONSCIENTE
(Fragmento del libro «Conciencia y Esencia» de Antonio Carranza)

El desarrollo de la fuerza, sensibilidad e inteligencia que un sujeto haya podido incorporar en su personalidad a través de las experiencias que lo entrenan diariamente marcará sin duda sus estados de ánimo. Nos abriremos a la oportunidad de adoptar un talante optimista y comunicativo como, asimismo, desarrollaremos la facultad de afrontar con asertividad y asumir como oportuna cualquier situación.
Tengamos en cuenta que los pensamientos y sentimientos son utilizados por esa zona de desequilibrio que denominamos «Ego», en muchas ocasiones perpetuando el malestar. El «Ego» básicamente es carencial y reactivo, por lo que llega a depositar en el campo de la psique componentes de debilidad que la mayor parte de las veces no entendemos. Esto es como decir que la actitud personal continuamente está diseñando el devenir, ya que los pensamientos y sentimientos positivos liberan una energía útil que nos hacen fuertes ante el destino, mientras que si son negativos estamos proyectando, aun sin saberlo, un porvenir lamentable y lleno de contrariedades. Elegimos pues la luz o la miseria, según sea la actitud con la que abordamos las experiencias y, en consecuencia, el desarrollo activo de aquellas cualidades que hacen estable y valiosa nuestra vida.
La adaptabilidad se constituye pues en una facultad imprescindible para abordar convenientemente las circunstancias desfavorables. Cuanto más reaccionas, cuanto menos aceptas, más padeces. Un individuo que aprende a asumir las situaciones molestas que le proporciona la vida está liberando con su actitud una energía apropiada que reducirá la sensación de problema y, al mismo tiempo, templará su carácter y adquirirá mayor cantidad de respuestas ante cualquier situación. Si hemos considerado la vida como una sucesión de pruebas continuadas a través de las cuales aprendemos a templarnos, tendremos que admitir que la capacidad de adaptabilidad ante lo adverso nos es imprescindible si queremos superarla.
Habitualmente la mente establece multitud de signos reactivos que nos impiden superar oportunamente las situaciones difíciles por las que pasamos, sin advertir que este tipo de actitudes consolidan el problema, y hacen que energéticamente nos hagamos dependientes a él. Así pues, cuando entendemos que una situación adversa está entrenando un aspecto inconcluso o inmaduro de nosotros mismos, en vez de protestar o huir, aprendemos a aceptar el gimnasio psicológico que nos proporciona, y abordamos la situación con las respuestas que ésta requiere. Sin embargo, la reacción bloquea el entendimiento y nos impide obrar en consecuencia, manteniendo en la mente todo tipo de rebatimientos compulsivos que en nada contribuyen a una oportuna solución.
Este tipo de trances psicológicos que agita la reactividad del «Ego» se hacen costumbre en la actitud humana, nos impiden mantener un equilibrado juicio con el que abordar nuestras experiencias. Ocasionan trastornos psíquicos y emotivos que, a la postre, terminan dejando una huella penosa en el organismo. Muchas de las enfermedades que padecemos son consecuencia de la reacción. Derivan de las huellas energéticas con las que alteramos el campo vital antes de que lleguen a establecerse biológicamente. Cada impresión no digerida, cada gesto reactivo, repercute en mayor o menor medida en el aura, que es nuestro asiento vital y, por tanto, el depósito energético con el que cuentan los órganos y miembros físicos para subsistir. Por consiguiente, las perturbaciones físicas tienen como causa primordial la indigestión de impresiones que acumula el inconsciente, íntimamente relacionado con la estructura vital destinada a reanimar continuamente al organismo.
(Fragmento del libro «Conciencia y Esencia» de Antonio Carranza, P.V.P.- 15 euros)
Web.- idiconciencia.es / Email.- antonio@idiconciencia.es
Comments