¿QUÉ OCULTA EL VELO FEMENINO?
La belleza femenina, al igual que el atractivo inherente de cada flor, expresa la luz vivificante de la propia naturaleza. No hablamos en exclusividad del atractivo físico, sino más bien del brillo de la femineidad, susceptible de otorgar paz y concordia cuando una mujer preserva su idiosincrasia y su dignidad. Así era considerado por la antigua tradición egipcia, en la que el velo de la diosa Isis estaba destinado a preservarla de lo profano. Sólo aquel iniciado que hubiera purificado su corazón y su instinto, podía en el ritual isíaco descorrer el velo de la Gran Sacerdotisa para contemplar abiertamente su rostro.
Era un ritual de pureza e integridad que se experimentaba en el interior de la pirámide, en la Cámara de la Reina, para que la diosa permitiera a los iniciados pasar a la cámara del rey, donde eran osirificados. De igual manera sucedía entre los aztecas en Teotihuacan, donde en la pirámide de la Luna la Gran Sacerdotisa concedía a los iniciados la facultad de acceder a cotas más sublimes del camino, una vez habían danzado por la Calzada de los Muertos y se habían desprendido de su vieja máscara. En Eleusis, en la antigua Grecia, la Gran Sacerdotisa llegaba a experimentar dolores de parto, para alumbrar a los elegidos a una nueva vida.
La cuestión que aquí indicamos es que en cada mujer se encuentra viva la semilla de la diosa; y si ella se cultiva desde esa genuinidad, sin que el tufo de una restitución egoica y competitiva empañe su brillo, podrá establecerse de forma natural un poder propio que aliente la vida. Es en su propia dignidad donde reside su luz y su fuerza.
Desde mi punto de vista, favorecer en la sociedad una INTELIGENCIA CONSCIENTE es una labor educativa susceptible de renunciar a los viejos paradigmas feministas y machistas. Este tipo de educación antepone la luz de la sensatez a las consideraciones de género, cuestión que muchas personas no saben cómo abordar. Así la fuerza, sensibilidad e inteligencia, como aspectos cardinales de la personalidad humana, pueden llegar a construirse de forma individual, y no por oposición. Por consiguiente, los aspectos que degeneran la personalidad serían los siguientes:
DEBILIDAD — Lucha por el poder y la razón / Hegemonía del Yo representación frente a la representación del otro / Pendencias y rivalidades subliminales que parten del talante egocéntrico y no contribuyen a una legítima individualidad. La fuerza interior favorece la afirmación personal y la propia dignidad.
FALTA DE SENSIBLIDAD — Acomodo inquietante de la sensiblería, desborde impresionable en el trato / Costumbre inconsciente de experimentar al otro como contrario / Tendencia al amor propio herido / Uso excesivo del reclamo donde los afectos y necesidades emotivas se ponen de relieve / Afectación / Predisposición inconsciente a usar a los seres queridos como cataplasma de la propia identidad / Penuria que al poner de relieve las carencias ajenas, proyecta inconscientemente las nuestras, mediante una continua vindicación personal. La sensibilidad favorece el tacto y la salud de la energía vital.
IGNORANCIA — Deterioro de la coherencia y concreción mental / Discurso errático y polivalente / Menoscabo de la sensatez en beneficio de la propia consideración / Justificación propia e ideas que señalan al otro como culpable e incompetente. La inteligencia nos ayuda a captar el sentido de la vida y organizar adecuadamente el temperamento.
Una sociedad —como le sucederá a cualquier familia— diríamos que puede alcanzar un notable bienestar cuando es capaz de trascender la competencia de género, desde la dignidad conquistada y el apoyo que sus miembros patrocinan entre ellos. En el momento en que una persona es débil, busca autoafirmarse frente al otro, posicionando su Yo-identidad ante un espejo que la subordinará al rol y a las competencias. El verdadero individuo aprende a romper el espejo, síntoma de libertad y autosuficiencia. Y es así cómo se descubre el gran privilegio de dar más y mejor, de ocuparse de la realidad ajena, fundamento cardinal de eso que llamamos amor.
El progreso donde una persona está más por ser ella misma que por competir y autoafirmarse ante lo otro, es síntoma de trascendencia individual. Cuando la prioridad se centra en que no la desprestigien o menoscaben, buscando afirmar su propia imagen, su prestigio, podríamos decir que es egocéntrico. El término empoderamiento presupone un ejercicio de poder frente a la posibilidad de que alguien o algo ahí afuera nos haga sombra. Esto implica debilidad, la expresión de un Yo educado para vivir a la defensiva, cuestión que podrá conllevar frecuentes conflictos y, en ocasiones, contradicciones personales.
La feminidad sucumbe cuando una mujer no se atiende a sí misma desde su idiosincrasia profunda; al igual que pasa con la masculinidad en el hombre. La naturaleza legítima de la que hablamos excluye el rol y la imagen a proteger, pues es una cualidad anímica que ha de florecer desde el subconsciente. En este sentido podríamos decir que la mujer es el eje de la familia, y que la impronta como madre la puede llevar a ser conciliadora, mediadora y protectora, sin que por ello tenga que descuidar su luz como persona individual; es más: cuando una mujer se ha preservado como tal, desde el esmero a esta particularidad, llega a enriquecer el orbe social donde se ubica.
En el momento en que una mujer descuida su feminidad en beneficio de su rol, muchas veces asistido por un vuelco hacia la vanidad social que impregna de lleno nuestro tiempo, llega a velar su luz femenina, la intuición y sensibilidad inherentes a su naturaleza, que son cualidades imprescindibles para el equilibrio humano. Un hombre sensible no sólo las valora, sino que aprecia la femineidad como un bien preciado que nutre permanentemente la existencia. Dice un antiguo dicho tántrico que «el dios Shiva sin la luz de la diosa Shakti, termina por conducirse como un cadáver».
La dignidad de todo ser humano reside en él mismo, por lo que para que brote una personalidad estable todo individuo debe aprender a escuchar su corazón, no dejarse embaucar por penurias que merman su luz personal y no traicionarse en favor de posturas aprendidas y movidas por carencias del alma.
«Te doy gracias mujer por el hecho mismo de ser mujer. Con la "intuición" propia de tu feminidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas».
(Karol Wojtyla)
(Fragmento del tratado «Ser o no ser, nuestro perpetuo dilema» de Antonio Carranza / P.V.P.- 15 €)
Web.- idiconciencia.es / Email.- antonio@idiconciencia.es
Viajar en yate es una experiencia única que ofrece una gran cantidad de beneficios. En primer lugar, te permite explorar lugares remotos que de otra manera serían difíciles de acceder. Además, el viaje en yate es una experiencia relajante que te permite desconectar de la rutina diaria y disfrutar del sol y el mar alquiler de lanchas en Barcelona https://barcelonaboatrental.com/es/alquilar/lancha-barcelona/ También puedes disfrutar de una privacidad y comodidad excepcionales, ya que los yates suelen estar equipados con todas las comodidades del hogar, desde cocinas completamente equipadas hasta espacios de entretenimiento de alta tecnología. Por último, el viaje en yate te permite estar en contacto con la naturaleza, observando la vida marina y disfrutando de la belleza del océano.