Por Antonio Carranza
Podríamos decir que somos máquinas que de continuo fabrican tiempo. El tiempo sucede desde la sensación ilusa que nos lleva a apreciar la vida como lineal, a identificarnos de forma absoluta con las anécdotas que nos suceden, sin que podamos obtener la impresión de fugacidad que a todo acompaña. Todo lo que pensamos y acontece se nos escapa de la vida, termina esfumándose; sin embargo, el ser humano no consigue apreciarlo así, ya que la continuidad de los acontecimientos que hila su psique conforma un contorno quimérico al que su Yo se aferra, por muy efímero que sea.
La necesidad es el hilo conductor de eso que llamamos tiempo. Si alimentamos lo caduco y pasajero, nos quedamos atrapados a la rueda de la vida (samsara) y la Esencia de lo que en verdad somos no podrá manifestarse.
(Fragmento del tratado «Resplandor y brisa» los parámetros de la conducta, de Antonio Carranza. P.V.P.- 15 €)
Podréis solicitarlo: Email.- antonio@idiconciencia.es
¡Qué todos los seres sean felices!
La percepción del tiempo es un fenómeno fascinante que ha sido estudiado desde la psicología y la neurociencia. Nuestro cerebro no mide el tiempo de manera lineal, sino en función de la novedad y la emoción de las experiencias. Por eso, los días rutinarios parecen desvanecerse rápidamente en la memoria, mientras que eventos impactantes o emocionantes quedan grabados con mayor intensidad. Algunas técnicas, como la meditación y el mindfulness, pueden ayudarnos a sentir que el tiempo transcurre de manera más pausada, permitiéndonos apreciar cada instante con mayor claridad. También hay estudios que sugieren que nuestra relación con el tiempo cambia con la edad: de niños, todo parece más largo y significativo, mientras que en la adultez, los años parecen pasar…