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EL SEMÁFORO INCONSCIENTE

Actualizado: 16 sept 2023

Por Antonio Carranza


Por educación mantenemos sin darnos cuenta en la psique un semáforo que de continuo se dispara hacia la vida. ¿Por qué en el inconsciente el semáforo rojo brilla con mucha más intensidad que el semáforo verde? ¿Cómo funciona en el ser humano el mecanismo de una alerta apremiante hacia lo que nos resta estima y consideración? Yo diría que esta reacción involuntaria funciona mediante dos parámetros inevitables que se han hecho fuertes en nuestro cerebro: el miedo a que no nos correspondan según esperamos y el artificio que hace que tendamos a criticar y poner en evidencia los defectos de los demás y a no valorar sus virtudes.

El Yo personal mantiene de continuo una cierta demanda a que lo valoren adecuadamente y a que no le hagan daño. La gran trampa contribuye a forzar un talante antinatural que nos lleva a necesitar en cierta medida que nos estimen y consideren, sin estar dispuestos a estimar y valorar a los demás. Si arrastramos del pasado una sensación de depreciación, si nuestros padres o personas cercanas no nos han expresado adecuadamente su cariño, el mecanismo defensivo se acentuará.

La mayoría de las personas son más proclives a poner en evidencia las carencias y defectos de los demás que sus cualidades. Es como si fuéramos educados a suponer que la cualidad debe de darse de forma natural, mientras que el defecto debe señalarse como antinatural. Esto sucede frecuentemente en la educación, en la medida en que muchos padres son más proclives a señalar las faltas y defectos de sus hijos que a expresar abiertamente sus valores. Y pasa también entre amigos y relaciones de pareja. Nos inclinamos en nuestras relaciones a encender el semáforo rojo, tanto en el pensamiento como en la palabra, en vez del semáforo verde. Expresar el cariño, la gratitud, cuesta mucho más que declarar el precepto y el error. Y no nos demos cuenta que es la manifestación de lo valioso lo que favorece la autoestima y crea salud en nuestras relaciones.

«Tienes que comportarte así, según mis esquemas mentales, mi forma de pensar y sentir, y si no lo haces, pues te prejuzgo, te malinterpreto o bien te deprecio». Diría el inconsciente, muy habituado a este tipo de reacciones hacia los demás. Esto, como es evidente, alimenta la culpa y la molestia ante lo que no nos gusta de los otros. Cuando una persona requiere consideración ajena, le cuesta sobremanera considerar a los demás. Asimismo, si padece sensaciones de baja autoestima estimará, aunque no se dé cuenta de ello, que valorar generosamente al otro no es del todo adecuado. ¿Por qué? Yo diría que prima en el subconsciente la necesidad propia de estima y es por ello que minimizamos sin darnos cuenta la de los demás.


(Fragmento del tratado «El cuerpo energético, campos, meridianos y chakras» de Antonio Carranza. P.V.P.- 15 €. )


Podréis obtenerlo: Email.- antonio@idiconciencia.es


¡Qué todos los seres sean felices!

 
 
 

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